Un relámpago tocó el horizonte,
un juguete molestaba a lo lejos,
y con una irremediable lentitud
el traje no entraba en mi cuerpo.
Quería darme a la fuga;
quería tirar el anillo;
quería encontrar un jardín
donde dejara de existir el tiempo.
Pero el mago miraba
al enfurecido mundo,
obligando a esta inquieta pluma
a volver a levantar el muro
que hay entre el “yo” y el “nosotros”.